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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 101 queriendo enterarse mejor mirando el cajón, se encontró con que no había tal papel! Fuése a la cama de Sor Ma- ría Ana, interrogóla sobre el particular, y ella, riendo con gracia, decía que nose había movido de la celda, pero que le habían traído a la mano el papel. ¿Quién? Lo dió a entender bien a las claras, fijando una mirada de ternura en un retrato del P. Claret que tenia enfrente... Por eso, cuando las dos religiosas dichas trataban de guardar las cenizas invocaba ella al venerable Padre para que lo estorbase... Nada extrañamos esta aparición del santo fundador de los Hijos del Corazón de María a aquella monjita oriunda de aquellas tierras de Cuba, don- de el venerable Claret ejerció intenso apostolado y fué Arzobispo de Santiago. Sobre todo siendo sus hijos los que más particularmente defendieron el espíritu de Sor María Ana como más conocedores de ella en Plasencia. No dudamos que la ilustre capuchina sabrá agradecer su celo interesándose por la pronta beatificación del grande apóstol y del insigne fundador... Que así sea. Fué más dulce la tierna solicitud de la Virgen Maria, la cual, un día que Sor María Ana estaba sudando mu- cho y enferma sin que se pudiera valer, se le apareció cariñosa y la ayudó a acostarse. Luego, con sus propias manos de Reina y Señora dobló el santo h íbito, dejólo en su lugar admirándose la enfermera al ve lo(%). Otrodía estaba toda desganada y hacía horas que no probaba ali- mento... Ordenó la Madre Abadesa le trajesen algo de comer para que no perdiese más fuerzas; pero ella esta- ba totalmente incapacitada para tomar bocado... En esto, se le apareció al seráfico P. S. Francisco, bendijo la co- mida y, alentada por él, pudo empezar a comer (?). El (') Manuscrito de Sor María Paz. (2% ld.

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