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SS And) A A a Y AIN Uat. o TA le 100 LA PERLA DE LA HABANA Pero nunca conseguía el maligno enemigo su intento, siendo prodigiosa la discreción que Dios nuestro Señor le dió para conocer estas infernales tretas. Aun esta vez dejóla en profunda obscuridad y turbación, y, advertida por esto no ser el auténtico y glorioso S. Luis a quien tenía presente, despreció sus consejos perversos, y cal- móse su corazón... Pero no todas las apariciones de Santos eran como las descritas... Túvolas regaladisimas y verídicas con que le daban los bienaventurados pruebas de su amor y soli- citud. Digamos algunas: El R. P. Escoto, Superior que fué del Inmaculado Co- razón de María, pudo hacerse con un trozo de papel es- Crito con la sangre del costado o corazón de Sor María Ana; entregóselo por veneración a la Madre Abadesa, y ésta se lo dió a guardar a la Madre Maestra Sor Pilar, la cual, por el grande concepto que tenía de Sor María Ana, lo puso bajo llave como piadosa reliquia... Pasados tres días, y estando cuidando a la Sierva de Dios enferma, las dos hermanas de hábito, Sor María Visitación y Sor María Rosa, entregó a ósta un papel diciéndole que lo lle- vase a quemar; lo cual fué ejecutado una vez hecho pe- dacitos el papel. Como al quemarlo percibiesen una fragancia celestial, sospechando algo grande, quisieron conservar las cenizas, pero suplicó Sor María Ana que no lo hiciosen por amor de Dios, instándolas a que arro- jasen todo en el sumidero, como en efecto lo ejecutaron. Empero, las buenas monjitas tuvieron a bien contar el caso a la Madre Maestra, dueña del secreto, y ésta, oído que hubo el relato, temiendo lo que realmente fué, miró si llevaba consigo la llave, y con esta indagación quedó nquila, puesto que bajo aquella llave estaba guardado apel. Mas, ¡cuál sería su sorpresa, cuando a poco,

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