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IM 5 1 nl H 4 Ñ 96 LA PERLA DE LA HABANA dimiento sus operaciones discursivas, pero la voluntad permanece fija en Dios por el amor, y domina como so- berana... Entonces queda lleno, mediante las visiones, el vacío aparente de la inteligencia. De modo que en los éxtasis de los Santos existen estas dos cosas o aspectos: el sueño del sentido y el desvelo de las facultades superiores... Cuando se muestra el prime- ro sólo y aislado, tenemos el falso éxtasis; con el segundo y mediante él, aparece el éxtasis divino (*). Ya hemos visto cómo Sor María Ana al volver en sí se sentía como aquel que de una luz resplandeciente y vivísima cac en una obscuridad... Tales cosas aprendía 7 gozaba su alma durante estas crisis que, llena de luz, sentíase capacitada para razonar sobre muy hondos mis- terios...; sohre todo, cada vez experimentaba más amor, más deseo de unirse con Dios, más firmeza en su alma, más vigor en todo lo espiritual, más humildad de cora- zón y mayor seguridad de espiritu..... Decir que estos éxtasis eran divinos equivaldría a afirmar que eran cau- sados por una acción sobrenatural. En efecto, la inten- sidad de admiración, la grandeza del anior y la fuerza de exaltación espiritual obraban en Sor María Ana esas «Crisis. Cuando es el demonio el autor de tales fenómenos pro- dúcense o contorsiones exageradas de miembros o tras- tornos desordenados del cuerpo, generalmente. Pero existen reglas bien claras y definidas para poder apre- ciar estos hechos. Dado que el sujeto sea de malas costumbres (*), de an- tecedentes poco regomendables, y que la crisis venga (1 Joly, ib. (2) Con respecto a las excepciones, véase Sta. Teresa. “Camino «de la Perfección», caps. d- VI
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