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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 47 cuántas reflexiones se presta! ¡Qué virtud no revela! ¡Qué tesoros no acumula! Ella es la mejor prueba de su brillante educación lite- raria, civil y religiosa... La mejor garantía de su espiritu y de su vocación. ¿Cómo se explica que un talento tan ilustrado y tan prudente como el del entonces Sr. Obispo de la Habana se atreviera a autorizar a una niña una resolución como esa? La cortedad de años... la distancia del lugar... los peligros del viaje... la condición de la familia... todo eso hace suponer que el Sr. Santander veía la mano de Dios sobre Angelita... que notaba algo extraordinario en aquella niña... que era empresa de Dios más que de la criatura el que Angelita fuese religiosa y religiosa ca= puchina. ¿No podía haberla aconsejado que solicitase la admisión allí donde ingresó su hermana Adela? Segura- mente con esto habríanse limado muchas asperezas que mortificaban el ánimo de Angelita de parte de su fami- lia... Pero no... Ya lo dice Angelita: «Dios quería que abrazase la Orden franciscana y dentro de sus diversas ramas debía abrazar la más austera y penitente»... Es indudable que ya antes de dar este paso, sus directores admiraban en aquella joven cosas notabilísimas... Al fin, como cosa de Dios, debían allanarse todas las dificul-= tades, aunque pareciesen imposibles de resolver. Las capuchinas de Plasencia, sorprendidas con tan notable solicitación, dudaron en un principio sobre su resolución favorable... La carta les agradó sobremanera; era un modelo acabado de epístola de petición. Sor María Perseverancia nos da en un escrito la razón de las vacila- ciones de las Madres capuchinas: «Cuando nuestra Reverenda Madre recibió su prime- ra carta, aunque le gustó muchísimo, pero sin embargo Ñ Y o Ñ Ml | A l Y ES

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