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44 LA PERLA DE L4 HABANA de merecer la atención de Angelita presentóse a su pa- dre (*), cuyas creencias religiosas no eran como las de su esposa y miraba con recelos y mal humor las inclina- ciones vivísimas de Angelita a una vida totalmente espi- ritual... Hizo ver a la joven pretendida por el hijo del burgués la buena voluntad con que él vería la boda y la necesidad de que, obedeciendo a la autoridad paternal, accediera a la demanda. Angelita abatió los ojos y, como ruborizada de dispo- siciones a las que nunca podía acceder, exclamó: «No puedo, papá...» Intentó ablandar aquel corazón roqueño el tierno acento de cariño, y cuando no lo pudo conseguir ame- nazó a su hija. Angelita cayó de rodillas, repitiendo: «No puedo; a otro Esposo me consagré, a quien nunca traicionaré». Este esposo era Jesús, con quien se había desposado a los 9 años con voto de castidad... En prueba de ello puso ella un anillo en el dedo de la imagen del Santísimo Cristo de la Pureza y éste aceptó el compromiso: recibió el anillo, inclinando el dedo con milagro visible, que aun es comprobable. Angelita, al ver la actitud de su padre, lloró ante un Cristo que ella veneraba, y el Cristó la habló sensible= mente, prometiéndola que sería siempre suya (*). La fidelidad de nuestra joven a aquel temprano voto fué absoluta y prodigiosa. A la sazón existía entre aque- (4) El relato que aquí hacemos está tomado de fuentes verídi- ens, y diz que se trata de un tí/tulo,..; no hemos podido averiguar este extremo, aunque las señales son de que es cierto. Su padre, a quien se ¿pena interrogar sobre el caso, es tan decrépito que no alcanza a fijar una idea pasada, y como el asunto es grave, teme- rario sería afirmar nada sobre el caso. (3) Anotaciones del Sr. Penitenciario D. Policarpo Barco.

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