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42 LA PERLA DE LA HABANA El cristianismo y el estado religioso se completan y vivirán juntos con la vida de Cristo. Mientras haya Ju- lianos que, arrancando de su herida la flecha y lanzán- dola al cielo, exclamen: Venciste, Galileo, habrá voca= ciones y habrá religiosos. Cuando las revoluciones antifrailunas, como alguien las llamó malamente, aca- baron con los conventos asesinando religiosos, se dijo: Se acabó esta peste, no habrá más venenos ni habrá más frailes...; y en efecto, las religiones siguen poblan= do sus conventos y Dios va suscitando vocaciones y ad- mitiendo almas generosas dentro de las paredes santifi- cadas por la penitencia. Sobre los Nerones, Dioclecianos, Julianos, Enrique VIII, los Napoleones, Voltaire, Mar- co, Mendizábales y Lerroux, existe el poder de Dios que vivifica las almas derramando en ellas, cual oleo de es- peranza, la virtud de su gracia que obra maravillas. A pesar de la evolución de las ideas, las almas marchan en pos de Cristo y el progreso de la humanidad está con- templando absorto ese otro progreso espiritual, repre- sentado por los que, abandonando las comodidades ma- teriales, se entregan a las transformaciones del espíritu por medio de los santos votos de obediencia, pobreza y castidad. Parecen almas de raza distinta, pero son almas alimentadas de la gracia de la fe. Profetas a quienes Dios no ha revelado nada, se levantan para decir: «Ese o esa no podrán profesar..... Su condición, su clase, su educación no podrá tolerar las austeridades monacales... Esas flores de la vida, trasplantadas al encierro horripi- lante de un convento, morirán de aburrimiento y de hastío...» No suele ser así... Las flores de la vida se em- bellecen con matices de amor sacrificadoy con tonalida- des de dulce placidez cuando la vocación las trasplanta de un mundo vicioso y distraido a un claustro lleno de
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