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CAPITULO VI CAMINO DEL CONVENTO Las flores de la vida. La marcha de las almas. Renuncia generosa. Cartas a Plasencia. Despedida y al vapor. I Hacía ya dos años, por lo menos, que Angelita tenía resuelto el consagrarse a Dios de modo definitivo y ab= soluto, profesando bajo una regla de las más austeras... Las dificultades que oponía el demonio no eran flojas, pero el espíritu ardoroso y entusiasta de Angelita, con admirable fortaleza y valor, aguardaba la hora de reali- zar su hermoso ideal. La vocación del cielo es la estrella de las almas gran- des y no la pierden nunca de vista, y, como buques bien brujulados, se orientan por ella en los caminos de la vida. Saltan enemigos empeñados en borrar de las almas tan noble aspiración y no han faltado quienes, así como Diocleciano se jactó de haber concluido con el cristia- nismo (*), se jactaron de haber extinguido el espíritu de vocaciones religioeas..... Ya es imposible pensar en los conventos..... Es una negación del progreso la vocación al claustro. (1) Llegó a esculpir en una lápida la fecha con este terrible epi- tafio: «Christiano nomine deleto»,
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