BCCPAM000R09-1-20000000000000

38 LA PERLA DE LA HABANA «Cuando Adela se despidió de la familia en 1898 con el objeto de ingresar en el convento de adoratrices de la Preciosa Sangre en los Estados Unidos, dice la carta ci- tada (*), toda la familia se afligió mucho, menos ella (An- gelita), que, con cara radiante de alegría, la decía: Her- mana mía, hasta el cielo» (*). No pondriíamos mucho reparo en suponer en esto, como en otras cosas, un espí- ritu de profecía, que luego debió revelarse tan clara- mente en nuestra amable joven. Lo que acabamos de es- cribir lo habíamos oido también de la misma interesada Adelita, que, con el nombre de Sor Jacinta del Monte Carmelo (*), visitamos en octubre de 1906 en su conven- to de la Habana, a donde, como queda dicho, se había trasladado de Estados Unidos. Otro dato que prueba el sublime ideal de Angelita y su marcada vocación a una vida toda de pureza lo re- cogimos igualmente de labios de la misma Sor Jacin- ta y de su otra hermana Sor María de la Preciosa San- gre, religiosa como ella (*). Angelita vestía siempre de blanco, y si se la preguntaba el porqué, sólo contes- taba: «la pureza, la pureza». Este dato lo hemos regis- trado lo mismo en la carta de D.* Candelaria, y es un emblema de aquel espíritu angélico de la angelical An- gelita, Ni quería más de dos vestidos, para obligarse al uso necesario de las cosas, despreciando toda vanidad y lujo y toda cosa superflua, que es el propio espiritu de ca- puchina. Las almas tocadas de la vocación con tan firme (1) Carto de D.* Candelaria Castro de Batista al R. P. Julián Yagúe, 15 de marzo de 1906. () De hecho nunca más se vieron ni se verán hasta el cielo. () Cuando la visitamos tenía 26 años y ya ejercía cargo de Maestra de Novicias, (%) Esta tenía 21 años y ejercia también otro cargo que no recordamos.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz