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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 29 piedad... La piedad, empero, dice San Pablo, es útil para todo, hasta para manifestarse educada y digna de la sociedad en que se vive. Cuando se la descuida se forma el gran vacío que nada podrá llenar, ocupándolo, únicamente, la serie de frivolidades del refinamiento actual de las cosas moder- nas... Angelita, en sus primeras flores, se manifestó lo- zana y dispuesta a todo linaje de frutos. Con la práctica de la virtud llenaba el vacio que dejan las cosas perece= deras de la tierra... Con el trabajo mataba el ocio, que hace de las jóvenes americanas otras tantas victimas de la pereza e indolencia, llegando, no pocas veces, a con- vertirse en manantial de hastío... No era de aquellas muelles cubanitas que acostumbran a dormir una terce- ra parte más del tiempo necesario para conservar per- fecta la salud. Madrugaba antes que las alondras..., y así su descanso no le servia para enervarla y hacerla más delicada y más expuesta a la rebelión de los sentidos. La educación, esmerada por la amplitud de conoci- mientos, se embellecía y afinaba por la grandeza de su devoción; por eso se conservaba alegre, vigorosa, robus- ta, en perfecto estado de cuerpo y de alma. La molicie y la ociosidad, unidas a la ignorancia y falta de piedad, hace de muchas jóvenes juguetes de la pasión y del de- monio, que, para distraerlas del hastio que sienten de la vida, les causa una especie de funesta propensión a las diversiones y espectáculos, excitando, al mismo tiempo, indiscreta e insaciable curiosidad... Generalmente no pecan de curiosas las jóvenes ins- truidas y ocupadas en cosas serias como nuestra admi- rable Angelita... Su imaginación, con ser tan brillante y fecunda, no era vagabunda como la de otras que, fal- tándolas el alimento sólido, corren como mariposas lo-

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