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28 LA PERLA DE LA HABANA HI D.* América Valdés de la Torre, señora prestigiosa y de cultura nada común, enderezó los primeros pasos de sus hijos por aquel camino recto y seguro que llega al fin de los destinos... Angelita, que poseía un espíritu despierto, rectilíneo, vivaz y activo, no descuidó las in- dicaciones de la buena dirección; se orientó con brújula indefectible, en el mar de la vida, hacia la virtud, funda- mento de toda condición aceptable en la mujer... Su educación, a pesar del ambiente en que debía vivir en la capital de la mayor de las Antillas, no adolecía de nin- guna de las propiedades que el gran Fenelón señala en su'libro de oro dedicado a este fin. Al morir la madre de Angelita quedó ésta, como sus otros hermanos, bajo la tutela del padre y de una tía; pero D.* Candelaria comprendió el peligro de una des- orientación funesta y consiguió tomar a su cargo la edu- cación de sus hermanas menores, prosiguiendo las soli- citudes y aciertos de la madre carnal por medio de otras madres espituales, al cargo del Colegio del Apostolado de la Habana, donde completó su perfecta formación cultural y moral. Ya hemos aducido algún testimonio del comportamiento de Angelita en el Colegio donde era el espejo, luz y modelo de todas las niñas. Después ultimó los detalles de la educación al lado de su hermana Candita. Aunque en derredor de ella podrá vagar la adulación de otras mujeres más frívolas y antojadizas, la casa de los Sres. de Batista parecía un convento por la edifica- ción con que se vivía... Hay almas progresivas, aun en el sexo débil, que creen ser una ocupación de seres apo- cados y enemiga de todos los placeres la práctica de la

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