BCCPAM000R09-1-20000000000000

SOR MARÍA ANA DE JESÚS 27 familia entera y la que concierta todo, lo mismo para lo temporal que para lo eterno. Con esto queremos decir que la educación de la juventud debe ser esmerada para que, andando el tiempo, pueda desarrollar la influencia que está llamada a ejercer en el gobierno y dirección de la casa, en la felicidad y bienestar del marido y en la buena educación de los hijos... Si las mujeres no ayudan en la ejecución no pueden los hombres consolidar nin- gún bien efectivo con sus deliberaciones, aunque aparez- can públicamente con toda la autoridad (*). Lo cual da la medida de la educación que debe darse a las jóvenes cuando se tiene conciencia del deber social que vienen.a desempeñar... Pero, además del bien que hace la mujer cuando ha recibido educación esmerada, no hay que ol- vidar el mal que causa en el mundo cuando le falta aquella educación capaz de inspirarle la virtud. Es cier- to que la mala educación de la mujer es causa de mayo- res males que la del hombre, ya que los desórdenes de los hombres tienen, con frecuencia, su origen en la mala educación que han recibido de las madres y en las pa- siones que más adelante les han inspirado otras muje- res (*). Qué de intrigas nos ofrece la Historia! Qué tras- tornos de leyes y de las costumbres! Qué guerras tan sangrientas! Qué novedades contra la Religión! Qué re- voluciones en los Estados! Todo por el desorden en las costumbres de la mujer. La educación de nuestra Ange- lita fué de las más esmeradas; estaba capacitada para las altas funciones de su sexo por los cuidados de una hermana mayor inteligente y de otras madres no menos inteligentes a que estuvo después sometida. (1) Fenelón, ib. (3) Fenelón, ib., p. 8.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz