BCCPAM000R09-1-20000000000000

20 LA PERLA DE LA HABANA Con el afán de profesar pobreza la enamorada de Cristo reunió un día todos sus trapillos y encajes de seda y color y practicó un auto de fe, prendiendo fuego a toda aquella vanidad, que tan mal se avenía con el espíritu gigante de la seráfica Angelita... Es la vanidad uno de los escollos en que se estrellan las disposiciones mejores del espiritu. La niñez queda enredada en sus mallas des- de que se siente capaz de ostentar cuatro cintajos. La tierna solicitud de las madres por evitar el contagio so- cial de las vanidades pierde su fuerza y eficacia ante un escaparate de exhibiciones de modistas o prenderias... La vanidad es fumenina, lleva nombre de mujer. Cuan= do tantos estragos causa en la generalidad de la juven- tud nuestra heroína pudo sustraerse a ella, dominarla con un piadoso anhelo de perfección, amontonando sus obje- tos de lujo para formar una hoguera, ni más ni menos que si se tratara de una función inquisitorial para aca- bar con aquellos nidos de pecados, encarnación de pa= siones y ruina de la moralidad. No sabemos, a punto fijo, a qué edad realizó Angelita esta hazaña, pero debió ser a poco de practicar su primera comunión. mu Para prepararse a este importante acto de la vida cristiana practicó, con otras niñas del colegio donde se educaba, un triduo de preparación, dirigido por el P. Sa- linero, fervoroso apóstol de la ínclita Compañía de Je- sús (*). Sobre su comportamiento en el colegio tenemos ban tres lirios que regaba la Virgen Inmaculada con inefable ter- nura, pero ocupándose con preferencia del lirio de más talla y belleza que estaba entre los otros dos, y oyó que decía la misma Virgen Santísima: Este lirio se llamará María Ana.» (Véase en el apéndice, Carta del 29 de julio de 1913.) (1) No hemos podido averiguar con exactitud el nombre del P, Director de estos ejercicios preparatorios.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz