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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 17 ángel puesta en la camita blanca de calado y artístico, o jugueteando como querube alado en los salones tapiza- zados de la casa..... Allí no había horas grises, yertas, ni huraños celajes, porque ni sus campos eran infe- <undos ni pálido y esquivo el semblante de sus morado- reS..... Los caudales tenían su destino, fluía con calor la ternura santa de sus corazones..... Pero era cono el sol de la casa la cara preciosa de Angelita y en aquellas noches blancas y puras plateadas de aljófares y de luz «cálida tropical de aquella zona, la imagen de Angelita aparecía a los ojos de su madre como una visión celes- tial..... Como rodaba el disco de la luna en un cielo inmaculado, rodaba en el pensamiento de la Sra. de Castro la idea de lo que llegaría a ser aquella niña en- cantadora. Bajo la llanura luminosa y azul del firma= mento podía leer esta inscripción: será La PERLA DE LA HABANA. Pero tuvo la desgracia de morir cuando Angelita con= taba sólo cinco años y días, el 27 de mayo de 1887. Seguía su vida de niña con el regocijado fulgor de sus ojitos en una esfera más elevada que de otras niñas. Gustábale la compañía de sus hermanitas y amigas para las horas de recreo, pero luego embebíase allá adentro en su alma en la contemplación de su belleza; la belleza del amor, la belleza de la castidad..... La PERLA DE LA Habana tuvo esos dos faros brillantes durante toda su vida. Il Dotada de un temperamento armónico, afable, delica- do, ponía en todas sus cosas una nota de simpatía, de atractivo, de luz..... Á los siete años era una hermosa flor en capullo, pero despedía un aroma de exquisiteces
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