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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 3 María Ana no era ningún sujeto sometido a la actuación de ciertas enfermedades, de ciertas insuficiencias men- tales de desequilibrio nervioso; no era una degenerada. Ni los fenómenos bioquímicos, ni los nerviosos acusaban en ella herencia alguna patológica o psicopática que diera a sospechas acerca los sucesos que formaron el álbum de su brillante espiritualidad. De esto deben dar testimonio, además de los directores que gobernaron su conciencia, los doctores que acudian a su cabecera, y ocasión tendremos de corroborar nuestra opinión con la oposición de éstos. Alguien, recordando el adelanto de las ciencias mag- néticas, formuló algo que pudiera sonar a hipnotización; nosotros pedimos a la cienc:a notas de actuación eficaz para estos casos y ro hallamos razón para atribuir a los fenómenos verificados en el convento de Plasencia el dictado de hipnotismo..... Las enfermedades nerviosas. descomponen el yo humano y la curación lo recomponc. Dícese que también puede tener sueños y visiones y exudaciones sanguíneas una enferma de neurosis; peru enseña la ciencia que de tales sueños y visiones no se acuerda el sujeto una vez restablecida la normalidad psíquica. La histérica es persona que está gravemente enferma del cerebro, desequilibrada, sin conciencia de la vida real y sin recuerdo preciso de sus sueños patológicos, eosa que no ocurría a Sor María Ana, cuya lucidez y perfecto equilibrio mental, antes y después de los fenó— menos de que fué objeto, acusan, no una enferma, sinó una santa. Sobre todo, los actos ejecutados durante ol acceso /tis- térico son inconscientes e involuntarios, son actos auto— máticos. Algún autor los ha ha llamado, en lugar de

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