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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 219 mente a los ministros de Dios que se consagraban al mi- nisterio de la palabra. En una gota de agua bendita en un altar consagrado solemnemente por la Iglesia, su fe veia mayor santidad que la que nuestra frialdad ve, casi me atrevería a decir, en el Santísimo Sacramento. FIN DEL TOMO PRIMERO

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