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e ARA PAI cn MR 218 LA PERLA DE LA HABANA gro la verdadera fe. Por eso, para alimentar la llama de la fe y mantenerla, hacen falta Santos... Hoy se piden milagros y más milagros... Los hay y no se hace caso de ellos... Hemos olvidado lo que dice Jesucristo: «Mi gra- cia y mi Iglesia os bastan» (*). «Estaré con ella hasta la consumación de los siglos» (*). «Hele dejado toda verdad en herencia» (*). «Ella es la columna y fundamento de la verdad» (*). Nuestra ilustre capuchina afirmábase cada vez más en esa columna, y ni una idea ni un solo pensamiento que- ría ajeno de la fe... Empezó primero por la sumisión del corazón a todo lo que era de Dios, y luego su inteligen- cia alcanzó una manera de comprensión sobrenatural en todas las cosas del espíritu... Estaba escrito: «cree y me comerás»; alimentada de Dios, volviase en todo a lo divino, perdiendo casi por completo la manera de obrar y de pensar a lo humano. Para aquel corazón creyente el camino estaba trazado al saber cuál era el sentir de la Ig'esia... El examen mi- nucioso de los pormenores, la extensión y el contenido de las cosas sobrenaturales quedarían para los teólogos, a ella le bastaba la fe..... De ahí la gran consideración con que trataba y miraba al sacerdocio, encargado de transmitir las enseñanzas de la Iglesia. De ahí también la oración constante que practicaba por el buen éxito de las predicaciones apostólicas, acompañando espiritual- (2) 11, Cor., XIL-9. 2) Math., XX VIII-20. (2) Joan, XVI-13. 4% Í Tim., HEL-15.

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