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ei A mm . : A Es AAA 214 LA PERLA DE LA HABANA deraba el Salvador era esa vitud: Non inceni tantam fin dem in Israel. Pero la época en que destellaba más vigorosamente la fe de nuestra humilde capuchina era en medio de aque- llas luchas con los demonios en el cerco diabólico y en su adoración constante, amantísima y extraordinaria al Santisimo Sacramento. «Por entre las llamas del infierno iría a comulgar», solía decir... De esto daremos claros testimonios en su lugar correspondiente. Apoyada en las hermosas doctrinas de la fe, anduvo tan seguramente el camino de su admirable vida mís- tica... Los grandes peligros de la pseudo-mistica, y los falsos caminos que inspiran sus teorías, viólos claramente con la fe para poder evitarlos... Los aspectos peligrosos no siempre se ofrecen de tan brutal manera... Orígenes mismo cayó en las teorías platónicas, expuestas en el famoso mito de los corceles (*); más tarde, almas cris- tianas de otro temperamento sucumbieron en los errores de Molinos, de los partidarios del espíritu en un sentido exclusivo, y de los falsos espiritualistas y de los idealistas exagerados; y aun en nuestros días hemos conocido mís- ticos que han llegado a afirmar y sostener que «una cosa es tanto más perfecta cuanto en mayor contradicción se halla" con la razón y con las disposiciones e inclina= ciones naturales». Mística extraña a fe, oriunda de los estoicos que enseñaban con extremada exageración esa espiritualidad contra naturam... La ascética tiene re- sabios de esta mística, principalmente desde el jan- senismo, según el cual todo impuleo humano, aun el más natural, toda manifestación de gozo, de tristeza, de com- pasión, de admiración, no es otra cosa que locura y y (') Plato Phadrus e 25 y £ig. pág. 246 y sig.

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