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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 213 los dos directores dichos... Sea el primero el Sr, Pe- nitenciario de Plasencia, D. Policarpo Barco (*), que lo declaró francamente después de haber oído su confesión general... Es el segundo el Padre Julián Yagúe, Supe- rior que fué en Plasencia de la Casa del Corazón de Ma- ría, el cual, en una relación que el año 1902 hizo al señor Obispo de aquella diócesis, dice: «Excelentisimo Sr.: Sor María Ana es una alma de una pureza asombrosa. Pue- de afirmarse que en sus confesiones ordinarias de mu- chisimo tiempo, no se ha hallado ni siquiera materia suficiente sobre que recaiga la santa absolución, y aun de toda su vida se puede con fundamento dudar si ha co- metido pecado venial con perfecta deliberación. Sin- tiéndonos inclinados a sospechar si será de las almas privilegiadas a quienes Dios da aquella gracia especial sin la cual es imposible evitar todos y cada uno de los pe- cados, según lo enseña el Concilio de Trento». 08 Tal pureza de alma sólo podía practicarse en medio de una vida de fe extraordinaria... La fe no es una debilidad, sino una fuerza de la inteligencia y del espiritu, y por ella se han realizado los mayores prodigios en la historia de la Iglesia... Ella es la que constituye el gran poder de la Iglesia y también el gran poder de las almas: el mun- do y las almas la pertenecen... No es fácil vivir y morir en la inutilidad cuando se siente encendida y firme la llama de la fe. Omnia sunt posibilia credenti.- Todo se le hace posible... Las obras de Jesucristo suponían fe en los sujetos en quienes se verificaban, y lo que más pon- () Anotaciones y cuentas de conciencia.

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