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206 LA PERLA DE LA HABANA de ser iluminados por el rayo seguro y brillante de la fe... Fe, mucha fe es lo que ellos necesitaban y tenían. Fue- | ra de la fe hay peligro de desfigurar la vida espiritual, y | p los Santos estaban más que nadie persuadidos de ello. i Nuestra admirable Sor María Ana vivía constantemen- te en un ambiente de fe... Para ella desaparecía la cria- tura para ver en todo al Criador... En cada ser se le trans- parentaba Dios, y comenzó practicando aquel linaje de oración en la que, dice Santa Teresa, debe buscarse el Criador por las criaturas (*). Pero más tarde llegó a tan- to su fe y presencia divina que no tenía necesidad de especie material para representarse a Dios, aunque siem- pre le duró el modo de verlo por las efigies y repre- sentaciones del Niño, de la Pasión, etc. No compartía el sentir de los quietistas, rechazando toda representación que precediese a visiones o, excluyendo todo recuerdo de la humanidad de Jesucristo, pensando que tales imágenes eran obstáculo para la contemplación perfecta... Espiri- tualizaba todo lo que la hablaba a la imaginación y a los | sentidos... y no le dejaba la fe en ningún momento... E Pero recordemos algo de su infancia, para hablar des- pués de lo que atañe a su vida espiritual de fe... Efecto de la manera de ser de la gente acomodada de Habana y de otros puntos de América, estuvo la niña | Angelita sin bautizarse desde el día 11 de junio hasta el 10 de diciembre de 1882. Con esta fecha recibió las aguas bautismales en el sagrario de la catedral de la Habana, Sacramento establecido por Jesucristo para la regeneración del hombre, y que, fuera del martirio, es a todos necesario, tanto a los adultos como a los niños, de hecho o de deseo eficaz, para salvarse. Si alguno no fue= (1) Vida, pág. 229.

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