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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 197 consiguiente, siendo la sencillez el candor, natural es la ingenuidad practicada por los Santos, reducidos por la gracia a una infancia espiritual. El pecado se opone abiertamente a este concepto de la sencillez, porque el pecado desordena la naturaleza, deforma sus condicio- nes psiquicas... Podemos afirmar resueltamente que con el pecado hemos perdido lo natural, y que por eso so- mos tan poco ingenuos (*)... Aquel esconderse Adán después de la culpa, aver- gonzándose de sí mismo, no tiene otra explicación. Por eso somos, generalmente, tan poco ingenuss y sencillos; pero los Santos y los grandes Siervos de Dios, como Sor María Ana, restauraron, por medio de la gracia y de la mortificación, el orden natural. Con razón dice el insigne apologista citado más arriba: «En ninguna parte se conserva intacta la naturaleza... Potest aliguod esse naturale quod sequitur ipsam naturam secundum institutionem: aliquid esse naturale quod sequitur ¿psam naturam secundum corruptionem (*). Sólo lo so- brenatural la ha reducido a su primitiva pureza. La naturaleza verdadera es la verdad; la verdad es la sen= <illez» (3). Si la sencillez y la ingenuidad suponen la na- turaleza intacta o restaurada, no extrañemos que atribu- yamos a los Santos dichas propiedades. Fuera de ellos, la sencillez, o esa infancia espiritual, carece de en- cantos; o mejor dicho, no existe. (1) La frase que aquí hemos empleado por dar mayor energía al concepto no quiere decir que fuese destruído totalmente lo na- tural, sino viciado, como lo explica el Concilio de Trento: «expo- liatus supernaturalibus vulneratus in naturalibus»... Recibió el hombre cuatro lesiones o heridas en al alma; ¿grerancia en lo in- telectual; malicía en la voluntad; concupisoencia en el apetito; enfer- medad en lo irascible , (%) 8. Buenav.,2.d. 304 1. q. 2. ad 5. (*”) Sto. Tomás, 2. 22,4. 109 a 221 4,4. 1MlaS3ad2.

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