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A > RA A PA A A mar RA A > 196 LA PERLA DE LA HABANA Fioreti (*), ramillete aromático de la espiritualidad Fran- ciscana. ¡Qué naturalidad! ¡Qué candor! Siempre hay personas ingenuas en medio de la mascarada mundial, que parece perpetuarse en todos los pueblos... pero don- de brilla y rebrilla con esplendores de cielo y con sua- vidades de la gracia, es en los Santos, espíritus sin dolo que viven siempre en una infancia perpetua, con- servando parte de la juventud eterna de Dios. Nuestra Sor María Ana practicó con una candidez de ángel esta sencillez de espiritu, acordándose de lo que decía el Salvador: que todo el que quiera entrar en el reino de los cielos, tiene que hacerse niño (*). Lo cual no podía referirse a que, dejando de ser lo que era, tornase a los Y años en que hizo su primera Comunión y voto de castidad, ni a los 4 en que comenzó a ser perseguida de demonios en forma de serpientes. La palabra de Je- sús quiere decir que nos hagamos niños adquiriendo el sentimiento infantil, no la edad ni las cualidades pueriles de la infancia... Otras cosas podrán calificarse de pue- riles, pero no es lo mismo lo pueril que lo infantil. La mentira jamás es infantil... El disimulo nunca es m- fantil, ni lo es la vanidad, ni la jactancia, ni la afec- tación, ni la hipocresia; en cambi>es infantil todo lo que nos recuerda la naturaleza primitiva y todo lo que resiste a la desfiguración consciente de lo natural. Lo ingenuo es lo que mejor responde a la naturaleza, tal como es innata en nosotros. Como indica la misma expresión, la ingenuidad es lo natural conservado intacto (*). Por (1) Recomendamos muy encarecidamente la lectura de este pre- eíoso escrito que acaba de salir a luz, con aportación de nuevos ca- pítulos, bajo los auspicios del Reverendisimo P. Ocerin Jáuregui. 2 Math,, XVILL-3. () Weiss, «Necesidad de dirigir el espíritu».

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