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+ O o ln 4 A ¡ 4 $ 1 4 | 4 A ' ¿ $ AH AAA A OS Po 192 LA PERLA DE LA HABANA Ni se objete que las pobres monjas capuchinas, con un linaje de vida tan austera y con un traje tan poco delica- do, no pueden hacer primores en eso de urbanidad y cor- tesía. Ello es que la virtud da belleza a su trato, y lo po- bre no quita ni un átomo a la decencia y compostura de las cosas. Prueba admirable fué nuestra modestíisima y educadí- sima Sor María Ana... Practicaba con gracia y donaire espirituales las reglas que San Francisco de Sales da en su precioso libro Filotea (*), y su recato y pulcritud en el vestido causaba maravilla por ser limpísima y aseadísi- ma, hasta el punto de parecer un milagro el que se con- servara como se conservaba. De esta propiedad es hermana la sencillez y la infan- oia espiritual con que proceden las almas grandes en medio de los hombres y delante de Dios... San Francis- co de Asís, fundador en su ciudad natal de una de esas asociaciones o Corti de gaya ciencia..... aquel ob- sequiador de amigos con suntuosísimos festines, procla- mado Rey de los jóvenes (*), conservó un candor y una sencillez angelicales, cuando de lleno se entregó a Dios. La sencillez es condición de las almas grandes lo mismo que la amabilidad. Los niños son sinceros, son amables, y los Santos vivían en una infancia perpetua... La gracia no destruye jamás la naturaleza, se acomoda a ella; ni el amor de Dios ha hecho desaparecer nunca las verdade- ras tendencias humanas... Todos nuestros escritores sa- grados escribieron bajo la inspiración del Espíritu Santo (1) 3, 31-34-86. No creemos que baste, para todo, la compostura exterior. ¿Qué es la compostura exterior, dice Wolfran, si no está en buen estado el corazón? (2) Cherance, pág. 16... «La jeunesse de Saint Francois de Asio- se», por el Abate Le Mounir, a + - 3 3 q q

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