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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 185 realizada en un ambiente de pureza y sinceridad, que nunca decía «basta» al dolor... La pureza misma se ali- mentó del dolor, y aquella esposa de Cristo se enriqueció de gloria bañándose por dentro y por fuera en la sangre de su Esposo crucificado..... Era esposa de sangre en toda regla. Por eso Jesús celebró con ella los dulces desposorios, y, al verla tan abnegada y pura, le dió la mayor prueba de que se pareciera a El en el dolor, ¿m- primiendo:en ella las sagradas llagas. Oigamos la na- rración del caso, de una de sus Hermanas: «En el año de noviciado, el día que rezamos nosotras de los clavos y la lanza (*), nuesto Señor le mudó el co- razón, dándole el suyo propio; desde entonces decía ella, preguntada por la obediencia, que todos los pecados que se cometían en el mundo los sentía ella con aquel co- razón. El día 23 de mayo recibió las sagradas llagas, aunque interiormente; sólo algunas veces se le manifestaron al exterior, pero no se las vió más que nuestra Madre, Sor Maria Pilar, Sor María Dolores y Sor María Rosa; estas cuatro religiosas se las han visto, y dicen que por encima de la llaga parecía que tenía como una telilla más fina que un papel de seda en las manos y los pies, y lo afirman con juramento. La del corazón no sé si la (*) Según nota autógrafa de su Director de entonces, D. Poli- carpo Barco, Penitenciario, que tengo a la vista, fue el 4 de marzo de 1900 durante su noviciado. Manuscrito del convento de Plasen- Cia, págs. 47 y 48. Nada nos extrañará el gesto que esto pueda cau- sar en algún lector. Es verdaderamente grande este favor, y de tamaño tal que hasta en San Francisco de Asís lo negaron algu- nos contemporáneos suyos, llegando, no sólo algún predicador, sino hasta algún óbispo a condenar tal creencia como pecado .. Pe- ro el Papa Gregorio IX, te stigo ocular de las llaxas del seráfico Padre, reprendió duramente al obispo y al predicador. «Usque ad» y «non minus», (Véase el apéndice.) Ñ | | | | )

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