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184 LA PERLA DE LA HABANA os cuidéis de la carne de suerte que excitéis el deseo» -(1) basta para orientarnos; pero en este asunto no basta; el amor a la cruz que sentían los Santos, cuyos impetus, gobernados por la gracia, querían siempre más, busca- ban lo que dice San Bernardo: un espiritu y un corazón puros para sacrificio agradable a Dios (*). Para contestar a todas las objeciones de los humanis- tas señalamos esta solución: «rechazaron los Santos todo intento de matarse..., practicaron y predicaron la morti- ficación de Cristo.» Cuando la Iglesia aconseja la penitencia no se trata de atentar contra la vida, sino de libertarla de los obstá- culos que la perjudican; mas cuando Jesús enciende en el alma la sed de sacrificios, quiere llevarla a la muerte es- piritual de sí misma para que viva sólo de El... Mortui estís el vita vestra est abscondita cum Christo in Deo. Para esta muerte, a la que llegó gloriosamente Sor Ma- ría Ana en seguimiento de otros Santos, la mortificación no es más que un comienzo, y un comienzo muy im- perfecto; hace falta, además de la mortificación de los sentidos, la mortificación del espíritu (*). Entre nuestros sentidos no hay uno que no ofrezca multitud de peligros a la pureza del corazón..... Y repecto a nuestra alma, muere para el mundo por la abnegación, por la humildad, por la interna mortificación... Sor María Ana había rea- lizado este doble trabajo: vivir por Cristo y para Cristo... ' Su alta mística fué aprendida en la escuela de la eruz y (*) Rom., XITI-14. (2) Queremos fr definir este concepto de la mortifi- y cación cristinna con estas disquisiciones pura salir al paso a cler- tos reparos nacidos de Humanismo que hemos oido formular más de una vez; dispénsennos, pues, los lectores. (3, Alvarez de la Paz, 11, 1. 2, p. 3. Rossiguol, «Christ. perfe.», 2, 9 y siguientes. y» El o 1 MN | ¡ | Me MU Mi Hi q lo

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