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SOR-MARÍA ANA DE JESÚS 181 rección, .es fuente de vida, pero que mal empleada pue- de convertirse en obstáculo para la virtud. Confesamos que al igual del que abusa de un remedio y noalcanza la virtud curativa, puede abusarse de la mortificación... La falsa aplicación de la austeridad ex- terior puede dañar alguna vez; pero es indiscutible que pocas cosas hay que sean tan necesarias al hombre (*) como la mortificación. Pero sobre este tema no nos in= cumbe hablar ahora. La voz de Jesucristo y la de San Juan Bautista, nos predican la penitencia. Ningún prin- cipio debiera anunciarse con mayor frecuencia... No es esto un benévolo consejo, sino una seria necesidad... Cuando Jesús dice: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sigame (*), no dice que guien quisiere ir en pos de sus pasos se mime a si propio, que regale su carne; dice que debe negarse a si mismo y tomar la cruz... Los que de veras quieran salvarse, no lo esperen conseguir, si con la mortificación no matan sus pasiones... Sin mortificación no se da, ni energía en las tentaciones, ni victorias en las luchas con- tra la carne, ni pureza de corazón. Conociéndolo asi los Siervos de Dios, en su inmenso anhelo de purificarse más y más, herían su cuerpo y lo sometían a servidumbre, que es llevar la c:uz propia en seguimiento de Jesucristo destrozado y hecho una llaga por nuestro amor... Mientras esa cruz sagrada no oprima nuestros liombros no hay que pensar en la curación es- piritual, mucho menos en la santificación... Aquel mor- tificate membra vestra, grito de guerra espiritual de San Pablo, seguirá siendo siempre el punto de separación y. (1). Alvarez de la Paz, 11-1-2. Rodríguez 'I-1-Tronsor particuliars». (2) Lue. 1X-23 1 «Examens Ñ A $ 1] E H | bl E p ] ” E MA

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