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180 LA PERLA DE LA HABANA dlecálogo, y tiene sus defensores... y esta defensa supone horrible enervamiento de espiritu y un rebajamiento espantoso del carácter moral. No solamente fuera del campo cristiano; dentro del mismo cristianismo, sin que eso suponga que sea su doctrina, hay quien cree que la mortificación es una falsa dirección impresa al espiritu cristiano (*). Se eree-que eso es una «renuncia inhumana a cosas lícitas, una contradirección con las disposiciones de la naturaleza humana» (*); un tormento moral inútil, pura locura (*). Así hácense despreciables las prácticas más heroicas para llegar a la purificación de las almas. Sería preciso borrar y desautorizar toda la historia de los Santos y aun la propia historia de Cristo para asentir a esa doctrina. Pero Bothe, como si quisiese oponer directamante un reparo formal a las mortificaciones de nuestra penitente Sor María Ana, dice que «las prácticas de penitencia y de mortificación suponen anteriores excesos, y el despc- tismo de la sensualidad»... (*) No. Si Sor María Ana se entregó a un linaje de maceración tan extraño en me= dio de una vida tan luminosa y angelical, no hizo otra cosa que satisfacer una necesidad que sentía y que han sentido siempre los grandes Santos, la necesidad de su= frir por amor a Cristo; no por simple purificación de fal- tas pasadas. No negaremos nosotros que la mortificación deba em- plearse generalmente como un medicamento enérgico; «que, empleada convenientemente y bajo acertada di= (1) Dorner en «Hertzogs», IV, 193. (2, Mongold, ibid., X, 760. (%) Palmer, ib., XVI, 513. (0) TL. HUL-473.

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