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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 175 Mn Su vida tan pura e inmaculada alimentábase de es- pinas y de mortificaciones que florecian en obras de sor- prendente vitalidad... La mortificación de Jesucristo era el teatro de sus mejores victorias... Después de poner en obra el «no os conforméis al siglo presente» (*); y el «no améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo» a) debía realizar la palabra de Cristo Jesús: «Toma tu cruz y sígueme». Los que desean una Iglesia sin Salvador, o un Salva= dor sin Cruz, no entienden el lenguaje de la mortificación cristiana. Las palabras crus y Jesucristo crucificado, son locura y escándalo para esta sociedad (*). Todos los sibaritas y orgullosos están de acuerdo para prescindir de Jesucristo (*) si le ven clavado en la Cruz. ¿Quién con- tará la historia del amor de Sor María a la cruz, y del afán de sufrir por Cristo, que devoraba a la humilde sier- va? Estremécese el espíritu al ver a una criatura tan pura y candorosa bajo el peso de una tan terrible mor= tificación... Jesús en la cruz ejercía sobre su alma una sugestión tan poderosa, que, por sentir un poco los do- lores que El sufrió, hubiera dado todos los tesoros del mundo. Vivir con su Amado en la cruz era el ideal de su alma y la aspiración de su pecho. Llevada de ese afán dábase muchas veces a beber las cosos más repugnantes que omitimos señalar por no lastimar delicadezas de im.+ presión y melindres de coquetas. Pero debemos hacer (1) Rom. X!T-2. E) Joan. U-16. () Cor. 1-18 - Gal. V.-11. () Sch. moger Emmerich.

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