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nen mE 174 LA PERLA DE LA HABANA son almas pequeñas las orgullosas, las vanas y las que presumen de sí por verse acariciadas por la fortuna y por el placer... La frase de Jesucristo «el que se humilla i será ensalzado, y el orgulloso será humillado», es un te- | ma inagotable de aplicaciones históricas. Las almas, ni j ¡ se engrandecen en la molicie ni se abaten en la austeri- j dad... La austeridad eleva nuestra naturaleza, la molicie la achica, la empequeñece y la inhabilita para las em- presas de la vida trascendente. Por mucho que se quie- ra negar, para los que palpan la triste realidad de las cosas en este mundo de ensueños, de los regocijos ca- lenturientos y de las felicidades inacabables, reina la intranquilidad a todas horas... El bienestar es una fábu- la, y una leyenda el engrandecimiento. Todo es pequeño y desgraciado si vive de la crápula y de la hartura... Rebajarse al nivel de las bestias, no es escalar la gran- deza... Aquél es grande, que sube poniendo por esca- bel todas las pasiones y dominando todas las concupis- cencias... Esa es obra de la humildad y de la abnegación que con tanto amor y entusiasmo practicó nuestra Sor María Anita... Dos fuerzas contrarias solicitan al hombre dentro y fue- ra del claustro; dos tendencias avasalladoras reclaman la atención del espíritu y el concurso del corazón... Las ten- dencias de la carne y de la gracia... fuerzas beligorantes que invaden el campo de la actividad humana... Ceder > ante la carne, es ser derrotado; vencer la carne con el espíritu, es salir victorioso en la empresa más ardua de la vida... Los grandes de la humanidad son los Santos; entre ellos debemos contar a la Sierva de Dios, Sor Ma- ' ría Ana. A A A nr E Z eSA A A

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