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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 167 pegada a los bienes espirituales y del corazón, que a los de la tierra» (!). Pero, llegando a este punto, no resisti- mos a la tentación de transcribir una enseñanza bien provechosa, que sobre este tema leemos en los escritos de dicha religiosa: «Si me acontece pensar o decir algu- na cosa que agrade a mis Hermanas, juzgo muy natural que lo tomen para sí como cosa propia; este pensamiento pertenece al Espiritu Santo, no a mí, puesto que San Pablo asegura que sin este Espíritu de Amor, no pode- mos dar a Dios el nombre de Padre. Puede, pues, este Espiritu divino valerse de mi pequeñez para dar buenas inspiraciones a un alma; de ninguna manera he de creer que este pensamiento es de mi propiedad exclusiva». Cuando lanzamos al oído de otra persona un pensamien- to o palabra más o menos notable o aguda, y ella, sin dar a conocer el origen, la repite en público, parece esto algo así como un robo a la persona propietaria, la cual, aun- que no proteste, siente vivos deseos de hacerlo, por lo que aprovechará la primera ocasión para dar a entender, discretamente, que se ha apoderado de sus pensamien- tos. Mas, para las almas verdaderamente pobres de es- piritu, ni esto entra en la propiedad del corazón... Na- da, nada. No les pertenece ni el pensamiento, ni el corazón, ni el cuerpo; todo es de Dios, y Dios es todo para ellos. A costa de esta completa desnudez y despro- piación de todo, llegan a entrar en la posesión de Dios, que es todo (*). ¡Lástima grande que no podamos usar de las propias palabras con que la pobrísima Sierva de Cristo derra- (Y) Artículo cit., pag. 68. (1) No decimos que «Dios es todo» en el sentido panteísta. Aun- que todo no es Dios, Dios es todo en el sentido espiritual y teoló- gico, porque en El cstán eminentemente todas las cosas.

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