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RAIL a EA AA 162 LA PERLA DE LA HABANA do nuestra ilustre virgen escribió desde el convento a las Siervas de María, decía: «De mí les diré que desde que tuve la dicha de entrar en esta santa casa, es mucha la alegría que inunda mi corazón al verme adornada con la hermosa librea de pobre capuchina» (*). De estas pa- labras, inspiradas en la estima más profunda de su esta- do religioso, bien se comprende cómo procuraría guar- dar fidelidad absoluta al voto sagrado de la pobreza... Contenta siempre con lo preciso para vestirse y para vi- vir..., alegre en las necesidades, siguió durante toda la vida religiosa aquella norma de conducta que le hacía en el siglo escoger los sombreros más pobres, cuando se veía obligada a usarlos, y desprenderse de todo objeto de lujo o de valor, como hizo con los regalos de sus hermanos (?). Cuando pudo realizar su profesión, sobre todo, pudo tam- bién exclamar con el seráfico Patriarca: «He hallado un tesoro, he hallado un tesoro». El tesoro era la perla pre- ciosa de que se habla en el Evangelio y por la cual se ha de sacrificar todo. En aquella memorable jornada en que reunió en casa todas sus alhajas y lazos de niña y les prendió. fue- go, pudo decirse de ella la frase de Bosuet acerca del pobre de la Umbría (*): «Ya comienza (Angelita) a ha- cer profesión de la locura de la cruz y de la pobreza del Evangelio». Pero, cuando ya hecha religiosa capuchina se enamoró de virtud tan rica, podía ella decir: Aquí es- tán mis tesoros, aquí mis joyas, aquí mi riqueza, aquí mi dicha... Si hubiera permanecido en el mundo, hubiera (1) Carta de 2 octubre 1903. (2) - Cuando el querer ajeno la obligó a retratarse, no quiso po- verse ninguna prenda; se retrató con el vestido ordinario que lle- vaba puesto...; nada de preparaciones ni de lujos. (*) Panegírico de San Francisco de Asís,
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