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158 LA PERLA DE LA HABANA La Orden seráfica cuenta un buen número de Santas que por obediencia escribieron sus vidas y revelaciones por sí mismas y por medio de sus secretarios, como San- ta Angela de Foligno, Santa Catalina de Bolonia, Santa Brígida, la V. M. Escobar, Santa Catalina de Génova, de espíritu eminentemente franciscano según el barón Ivon Flugel (*), Santa Verónica de Juliani, la Venerable M. Agreda. Indudablemente, la historia de.Sor María Ana tra- zada por ella misma había de llamar maravillosamente la atención. Ahora tendrá que reducirse a meros apuntes, casi teniendo que ceñirse a lo que rebosaba por fuera y confiaba a sus directores, bajo pretexto o mérito de obe- diencia. Pero, dadas las condiciones de su alma, profun- damente seráfica, la humildad escondió en ella muchos tesoros, que no se podrán saber hasta que no llegue la hora de Dios. Tenemos la completa seguridad de que Dios quería a ' nuestra Sor María Ana como santa, no como escritora. h ] La vocación de Dios no podía extraviarse por terrenos | que tal vez ella no quería, y de ahí ese milagro de ¿m- ' potencia en que la colocó para que no pudiese escribir. ' No trata Dios de la misma manera a las almas gran- ' | des. De otro modo trató a Santa Teresa que a Sta. Ger- j y A A trudis, a Santa-Catalina que a Santa Teresa, a Santa Catalina de Génova que a Sta. Catalina de Sena; sin em- bargo de ello, a todas trató según el fondo de sus dispo- siciones interiorus (?). No fué pequeña agonía para espíritu tan infantil y can- doroso como el suyo esta privación en que el Señor la (*) «The mistical elemental of Religión», tom. I, p. 163. (2) M. Olier Lettras, ad Lecofre 11-482.
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