BCCPAM000R09-1-20000000000000
SOR MARÍA ANA DE JESÚS 155 crito de mistica, menos místicos somos. Los manuales de teología mística hablan mucho de la naturaleza del fin, de lo que se puede y de lo que se debe en el terreno so- brenatural. Pero no dan la inteligencia de lo que no se ha explorado... Triste es tener que confesar que, a ve- ces, estas almas de tan alto vuelo se ven obligadas a ser regidas por quienes no han dado una mirada formal a su interior. Es, generalmente, el lado flaco de todas las di- recciones improvisadas... la falta de la práctica personal. Ellos estudian la ciencia de las almas como estudia la so- ciedad actual la ciencia del hombre, por ciertas novelas psicológicas. Más que un estudio real y verdadero, es un análisis químico, detallando anatómicamente la vida. No dan la visión real, que debe venir del corazón propio, del interior... He aquí por qué resulta tan extraño para cier- tas gentes la vida sobrenatural. Sobre todo, para enten- der los secretos de esas almas, se requiere la fuerza in- telectual y moral de un corazón casto. Sólo a los castos da Dios la virtud de verle aun en este mundo; sólo ellos penetran en el secreto de los misterios del Señor en el seno de las almas. No es lo mismo subir a las cumbres de la vida intelectual que a las cumbres de la vida sobre» natural. Es frecuente en ciertos sujetos la pretensión de que se les crea bajo su palabra solamente. La obediencia puede someter la voluntad, pero ¿someterá también el entendimiento? En nuestra ilustre Sor María Ana llegaba la obedien- cia a ambas cosas; para ella la palabra de la autoridad era palabra de Dios. Obedecía como si el mismo Dios la erdenase o determinase lo que la autoridad mandaba. No discutimos sobre la impresión que debía ocasionar esta obediencia ciega y rendida. Si su sinceridad a veces ao lograba ser creída, es que para practicar sus virtudes 12
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz