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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 143 de Angelita, rodeada de cabezas de angelitos... Enterado el Director (t) de Sor María Ana, de este fenómeno, de- claró que no se extrañaba y que era una manifestación que Dios había querido hacer para que viéramos que siempre estaba rodeada de ángeles. Caso en efecto muy singular es el que hemos narrado, y cuya veracidad es innegable, pues, además de jurarlo las dos Madres que presenciaron el suceso y aprobarlo el Director, nosotros mismos tuvimos en nuestro poder una copia directa del retrato en la forma dicha. La humildad y la castidad deben mirarse como dos hermanas gemelas que no pueden vivir una sin la otra (*). Sin la humildad toda pureza valdría poco, mejor dicho, nada valdría. Aun allí donde no apareciese dañada por algún placer sensual, el orgullo sería su muerte (*). Unicamente la humildad es su defensa (*), su única se= guridad (*). Veamos un rasgo de esa hermosa hermana gemela de la castidad en la conducta de Sor María Ana, en el proceso del citado suceso. Así afirmaremos mejor el concepto de su pureza, de alma y cuerpo. Enteróse Sor María Ana, Dios sabe cómo, del prodi- gio de los angelitos y pidió a la Madre Abadesa permiso para quemar una estampa muy fea. No sospechó la Re- verenda Prelada se tratase de la auténtica fotografía, que estaba en poder del Superior de los Corazonistas... Mas como tenía conocimiento de cosas futuras, debió saber (') Lo era el Padre Julián Yagie, Superior del Inmaculado Co- razón de María. (2) Petro Bles., Ser. 35. (*) Greg. M. Mor. 26, 28, 29. (% San Agust. Bon, caning. 26, 35. (5, San Agust. Sanct. Virg. 31, 33.
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