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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 141 ne muy bien, porque lo llena; es cosa grande, alma de oración y muy pura, siempre lo fué». El Padre Yagúe, corazonista, que fué su director bastante tiempo en Pla- sencia, dice de ella: «De toda su vida se puede con fun= damento dudar si ha cometido pecado venial con per- fecta deliberación, sintiéndonos inclinados a sospechar si será de las almas privilegiadas a quienes Dios da aquella gracia especial, sin la cual es imposible evitar todos y cada uno de los pecados según lo enseña el Con- cilio de Trento (*). De modo maravilloso se notaba esta pureza de alma en su conducta afable y delicada... Creemos ser fruto de esa flor de la pureza ese carácter de sencillez y de sandor que se nota en las almas grandes. Sólo una flor tan delicada podía producir un aroma tan exquisito como el que se observaba en las relaciones de Sor María Ana con los que estaban a su alrededor. Fué siempre una rosa sin espinas, como tan poéticamente se ha dicho de Santa Rosa de Lima (*). Todos los que la tra- tamos más o menos, y, sobre todo las religiosas de su convento, quedábamos asombrados de la dulzura, de la humildad, de la caridad y de la paz que difundía en tor= no suyo... Podemos repetir de ella lo que un biógrafo escribía de la Beata Coloma de Rieti: Nadie la abando- naba sin sentirse edificado (%). Era una tierna y dulce virgen que dejaba donde quiera el perfume de su pureza... Llena de sencillez y candor ponía al servicio de la pure- za su inteligencia y su corazón. Con la pureza poseía completamente a su Esposo celestial que es Dios, y que (4) Defensa de Sor María Ana contra la fingida retractación. (2) Hausen, Vita Sancte Rose Lime, 4,57. (2) Sebast. Perus, Vita B. Columbe, 12.

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