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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 129 mn No dejaremos de recoger, antes de terminar este ca- pítulo, la acusación que se lanza contra el cristianismo, porque aconseja la emisión de los votos religiosos. Eso supone, dicen, una aspiración enfermiza y pesimista, predominando en su doctrina el pensamiento gnóstico del desprendimiento del mundo, causando un antagonis- mo fecundo y enervante entre el mundo de la gracia y el mundo sensible; estableciendo una oposición fundamen= tal entre Dios y el mundo creado por El; como si el mundo fuese esencialmente malo y opuesto a El. En esta acusación se vierte una filosofía absurda; su- pone que la teología católica fija la idea de Dios, como si fuese un Dios de lo porvenir y del más allá solamente. Según ella, nosotros establecemos que es imposible sal- varse en el mundo, que únicamente cabe salvación ale= jándose por completo del mundo. Nada de eso; en la teología católica jamás se ha for= mulado semejante tesis; ya lo hemos indicado antes. La gracia de Dios acude en socorro de todos los que la in= vocan y la religión determina las obligaciones lo mismo para el que vive fuera del mundo que para el que vive dentro de él. Lo que importa es cumplir los deberes res- pectivos y salvarse mediante la gracia de Dios. Lo que existe es un mundo corrompido de doctrinas y máximas condenadas por Jesuzristo, y del que es preci- so huir absolutamente para servir a Dios y salvarse. Ese mundo condenado ¡leva la representación de la carne, del orgullo y de la avaricia contra ese otro mundo de los votos religiosos. Los que quisieran una religión pura= mente interna, el Cristianismo de Cristo, o una religión de espiritualismo libre sin dogmas, sin ley, sin culto y
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