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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 127 zarza de Horeb... Jesucristo necesita amadores en todos los estados y posiciones; los tiene para probar su influen- cia a través de los siglos, pero convengamos en que hay plantas tan delicadas que no les cuadra todo clima ni pue- den desarrollarse bajo todos los cielos. En el mundo hay reputaciones sanas y personas que odian la ficción de la vida moderna... pero son destellos de la vida eucaristica... La regla general, en ese mundo pervertido, es la falsía y la disolución; si se quiere sin- ceridad, se le exige al vecino y se considera toda in= fracción cometida contra esta exigencia como una ofensa inaudita. Decir la verdad equivale generalmente a care- cer de la ciencia de la vida... En ese terreno no pueden florecer los espiritus leales y sinceros... Sobre todo, oprime mucho la nobleza del alma, la ruindad de los procedimientos mundanos... Por eso se escapan de sus redes y de sus salones engalanados de flores a los claus- tros religiosos... Es una necesidad que reclama impe- riosamente su alma; es preciso atender esa gran nece- sidad que sólo Dios puede llenar. Llegan a la religión con hambre de Dios y con deseos de unirse por completo a El... A fin de huir para siempre la soberbia, hacen voto de obediencia; para permanecer puros con el objeto de ver mejor a Dios, hacen voto de castidad, y con el afán de poseer sólo a Dios, que debe llenar todos los va= cios del espíritu, hacen voto de pobreza... La trinidad do sus votos es un canto a la Trinidad divina... Al Padre le ofrecen la obediencia y rendimiento total de su libertad, porque el Padre es soberanía y poder... Al Hijo le ofre- cen la pureza y castidad de alma y Cuerpo, porque el Hijo es el esposo de las Vírgenes, que se apacienta entre lirios. Al Espíritu Santo le ofrecen el amor desinteresado y ubnegado con la renuncia de todos los bienes en que se

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