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—— 124 LA PERLA DE LA HABANA el Maestro de las Sentencias empezaron sus doctrinas con la misma idea, y todos los místicos que tomaron como base la escolástica terminaron su obra con este principio. Si la paz completa fundada en Dios es la úni- ca vía que conduce al hombre a la perfección, como dice Denifle, es un derecho y un deber buscar, por todos los medios, esa paz... Los religiosos han creido asegurarla con los votos religiosos, porque una sola cosa es necesa- ria (*) y Jesucristo es el principio y el fin (*). ASA É A A a a Resuena en nuestros oídos aquello que, mucho antes que Pedro Lombardo, escribió San Agustín, en el co- mienzo de su maravilloso libro de las Confesiones, con estas palabras, conocidas de toda alma buena: «Para Vos nos habéis hecho ¡oh Dios mío! y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en Vos»; y aun antes que San Agustín, nos dijo el Salvador: «Buscad primero el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura» (*). Pero todavía antes que el Verbo hu- manado hablase, hablaron los profetas en su nombre, y, bajo su inspiración divina (*), encaminaron todos sus discursos a este fundamental pensamiento: «Teme a Dios y guarda sus mandamientos, por esto es todo el hombre (*). Y el salmista, como interpretando todos los votos y aspiraciones de las almas religiosas, exclamaba: «¿Qué cosa puedo apetecer yo del cielo ni qué he de desear so- bre la tierra fuera de Ti, Dios mío? Los que de Ti se ale- (1) Luc., X-42. () Apoc., 1-8. (2) 8, Suc., VI-83. () Heb., E-1. (5) Eccles., XII-13.

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