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SOR MARÍA ANA DE JESÚS xr No nos detengamos en el umbral mismo de la obra en averiguaciones que tendrán su lugar en el cuerpo del libro; pero si alguno se escandaliza de que pongamos mano en historiar una vida que fué discutida, recorda- remos, por de pronto, que la contradicción ha tenido en la vida de los santos su misión providencial; fué el reto- que del artista, el pulimento costoso y habilísimo del maestro para rematar la obra y presentarla con todos los detalles de perfección; las lineas más difíciles y de mayor realce provienen de esa permisión amorosa de Dios. La contradicción los ha asemejado de manera om- nímoda, en cuanto cabe, a su divino modelo. ¿Quién de los rabinos y Doctores de la ley hubiera permitido la publicidad de un escrito panegerizando a Jesús? ¿No le sentenciaron a muerte por blasfemo los mismos sacer- dotes de la ley? Antes, ahora y después ocurrirá lo propio con los ver- daderos siervos de Dios; no que la persecución sea en todos del mismo linaje, pero todos padecerán persecu- ción para asemejarse al modelo divino que ha dicho: Sí me persecuti sunt el vos persequentur. Existen hoy en los altares santos que en su tiempo, por serlo precisamente, tuvieron que soportar encarce- lamientos y desautorizaciones. Ni los grandes maestros del espíritu juzgaron uniformemente de muchos varones de Dios; y allí donde los unos veían brillar la mano de la virtud, otros querían notar señales de falsía y embauca- miento. No es preciso citar nombres estando tan a la mano el recordarlos. Pero no dejaremos de anotar lo que ocurrió a la B. Juana de Arco, calumniada de mil maneras, condenada por un obispo como de Bourges. El ilustre dominico francés P. Chapotin, en una hermo- sa obra Jeanne d'Arc et la guerre des Cent-ans, tuvo

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