BCCPAM000R09-1-20000000000000

SOR MANÍA ANA DE JESÚS 115 esa le hizo ver que no podía traer el velo hasta que lo mereciese durante el noviciado... Por mucho que le costase, la voz de la autoridad ejercía sobre ella un imperio absoluto, y se sometía al instante a la ordenación o a la simple insinuación de la obediencia... Deseaba, pues, que llegase el día de su profesión canónica y formal con el ansia que el avaro un tesoro de oro, y el vanidoso sus sueños de poder... La profesión que había hecho ¿n articulo mortis no le daba ningún valor en el foro externo, y era preciso practicar- la públicamente... ¿Pero cómo? Ya hemos reseñado los apuros en que se veía hasta que el P. Lorenzo informó al Sr. Obispo de lo que creyó conveniente y le hizo fuerza para que autorizase el acto oficial en virtud de sus atribuciones de Prelado y en nombre de la Santa Sede. Convino el Sr. Obispo tras de discutir el caso convenien- temente, y dos meses después de la fecha en que debiera haberla hecho, celebró Sor Maria Ana, con inmenso júbilo de su alma, la profesión de religiosa capuchina. ¿Cómo podría agradecer ella a Dios aquel inefa- ble favor? ¿Cómo preparó su corazón para aquel acto solemnísimo e irrevocable? Vencidos los enemigos, ori- lladas todas las dificultades..., sedienta su alma de nue- vos sacrificios..., coronada de lauros en la presencia de Dios, parece que los padrinos de la profesión fueron San José y la Santísima Virgen (*) y habría fiesta inenarrable en el cielo y rabiosa algarabía en el infierno. Para esta ocasión parecía escrito el verso davídico: Anima mea exultabit in Domino, et delectabitur super salutarí suo (*). Mi alma se gozará en el Señor y se de- (t) Dedúdece esto de algunas referencias de la afortunada monjita. (*) Psal. 34.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz