BCCPAM000R09-1-20000000000000

SAI 110 LA PERLA DE LA HABANA la envidia y el fraude del convento en aquellos espíritus que el demonio escogió para su obra... La Sierva de Dios sólo podía obrar conforme a la obediencia, pero moría por tener la dicha de profesar... Cuando la decían que por sus cosas tendría que volver a Cuba, herianla con acerado dardo y lloraba ante su Amado pidiendo que le quitase todo aquello que le pasaba y que le permitiese profesar. Bienaventurados los que han hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos ('). Sor María Ana sentía pro- fundamente esa hambre y esa sed... Sed de justicia, de sufrimiento, y Dios la hizo beber hasta la última gota el cáliz de la amargura. Sólo una cosa no podía tolerar: Vivir sin consagrarse a Dios, su Padre, su Esposo, con los votos religiosos... Pero tranquila y obediente en me- dio de su ardor de profesar, aguardó la hora de Dios... Jesucristo, que es Autor y Consumador de nuestra fe (>, que es el «Autor de la vida» (*) y Salvador de todos (+), que escogió a su Sierva para objuto de tantas maravillas, no debió abandonarla... Mientras los sabios y prudentes, por mejor acertar (creámoslo sinceramente), se obstinaban en hallar profundos y misteriosos abismos en el espiritu de Sor María Ana, el Señor hizo que fuese a Plasencia el Reverendo Padre Lorenzo de Arráiz, cuya interven= ción en el proceso de la profesión de nuestra joven fué obra providencial y definitiva. (1) 8. Mat. Y. 6. (2) Hebreos, X11-2. (?) Hechos Apost. 11-15. (%) Hebreos H-10.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz