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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 97 ven que te cuente: estaba hablando la vejancona con la Pilar cosas que me ofendian mucho por ser de mi enemi- ga; no me podia marchar porque no tenía licencia del Altísimo y saqué tudo eso para que no hablaran y me dejaran en paz». Notable es, y como tal consignamos, el caso ocurrido el día 6 de fehrero de 1902, a las-ocho de la noche, en la persona de Sor Maria Rosa. Se le empezó a quemar la toca sin saber el origen del fuego, pudo apagárselo con el socorro de las Madres; al instante se le empezó a que- mar la túnica, después el velo, luego el santo hábito... no se quemaba ella, pero sentia el calor del fuego y decía llorando que lo apagaran; daba voces creyéndose conde-- nada; las religiosas pedían al Señor misericordia para ella... Como nada se conseguía, la Madre Abadesa clamó al corazón de Jesús: «por la pureza de Sor María Ana, os ruego, Señor, me deis a conocer esto y la perdonéis». Paró al instante el fuego y el demonio gritó: «Por cuatro cosas está ofendido el Altísimo con-ella y me obliga a que las declare: la primera, que estando trabajando para ese (era el Santísimo Niño c 1banito) interiormente está deseando acabar para marcharse. La segunda, porque ha cogido un ovillo de mi enemiga para atarse el manto. La terce- ra, porque trata de justificarse al ser reprendida, y la cuarta, porque se ha enfriado en el amor hacia mi enemigan. Estamparemos otro caso de grande instrucción y ense= ñanza para las almas religiosas. Sin duda, el Señor la quería muy perfecta y se valía del enemigo para adver= tirla de muchas cosas y para ejercitarla en la paciencia y mortificación. Habiendo recibido la misma religiosa un encargo ur- gente y preciso de la Abadesa, llegada la hora, quedó por"

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