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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 95 TH Pero no se crea que hemos dicho todo en lo referente a los fenómenos diabólicos en la historia de Sor María Ana. En derredor de aquel cerco ocurrieron cosas muy asombrosas que estuvieron sensibilizadas en la voz con que se hacía presente el ángel malo. El convento de capuchinas de Plasencia, durante el cerco diabólico de la cubanita, fué teatro de repetidas exhibiciones de los ángeles malos. Poco antes de profe- sar la novicia, comenzaron las monjas a oir voces de enemigos. De nadie se recataba el demonio; todas perci- bían claramente aquel lenguaje satánico y bien extraño. Lo que decía con claridad que todas las religiosas pudiesen oir, nos daría lugar a largas disquisiciones. Ceñiremos la narración a solos algunos puntos, Como elenemigo, al cabo, es una criatura sujeta a Dios, sólo puede hacer lo que se le permite; pero a veces se ve obligado a decir lo que no quisiera, permitiéndolo el Se- ñor para revelación de muchas cosas. Donde abunda la iniquidad, hace Dios a veces abundar el provecho. Ya hemos indicado en el capítulo anterior los ruidos infernales con que trataron de asustar a las monjas para que echaran del convento a Sor María Ana. Cuando ésta iba a fregar, que es costumbre hacerlo por turno, volaban las raseras, cucharas, tapaderas al jardín de los naranjos y decían los demonios: «valiente chicuela que nos da más guerra ella sola que todo el resto del mundo», y unas veces bramaban, otras gruñían de rabia. En otra ocasión, la ensangrentada disciplina de Sor María Ana causó un buen rato de furor a los enemigos y de risa a las monjas. Acababa de disciplinarse la Sierva de Dios; la Maestra ordenóla que presentara la discipli-

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