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89 SOR MARÍA ANA DE JESÚS mandó por obediencia que volviera al uso de sus sentidos, y al momento obedeció. ¡Podrá imaginarse siquiera lo que padecería nuestra amable joven en medio de estos tormentos diabólicos!... En otra ocasión se le presentó Satanás, en figura de Sor María Rosa, con una caja de flores en una mano y unas tijeras en la otra... «Venga, Sor María Ana, le dijo, vamos a hacer estas flores para el Niño Jesús». No podia hacérsele más regalada invitación... Al mo- mento se levantó y cuando ya estaba a solas con la fin= gida Sor María Rosa, la cogieron los malvados y la me- tieron entre dos paredes, en sitio tan angosto y apretado, que parecería mentira a no verlo... Las monjitas eran impotentes para poderla sacar... empero, llegó la Reve- renda Madre y no hubo dificultad (*). En diferentes ocasiones la pusieron en la comida, mez- elados con el alimento, alfileres y agujas, con objeto de acabar con ella. Apuntemos otros hechos no menos terribles y peli- grosos que los referidos. Quedóse ciega Sor María Ana desde el 19 de agosto hasta el 8 de septiembre... Aprovechándose de que no veía, los diablos la hicieron tragar tres grandes alfile= res... Estaba con la enferma la Madre Maestra y Sor María Mercedes y, sin que viesen quién ni cómo, nota= ron se colocaba un alfiler en las manos de la novicia... Procuraron quitárselo, pero en vano; los enemigos le hicieron tragar aquél que ellas con sus ojos vieron y otros dos que no vieron... Por la tarde sintióse muy mala la enfermita, porque los alfileres actuaban so- bre sus intestinos..... Avisóse al médico; pensó el doc- vo Relación firmada por todas las monjas del convento que aun viven. AAA

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