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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 87 desencajado el rostro. En vista de esto fué preguntada por la obediencia... sobre lo que le habia ocurrido, y lo contó sencillamente todo... La Maestra tocó en la parte del cuerpo donde sentía el dolor, y, en efecto, encontró rotas dos costillas; al in- clinarse se la oía el crujido de los huesos rotos. No acer- tando con el remedio para el mal la Abadesa, dijo a la Maestra de novicias: «Ordene a la novicia que ya que Nuestro Señor ha permitido que los enemigos le hicieran eso, que el Señor la cure». Dice la relación firmada por todas las monjas, que mientras el Capítulo de (*) aquel día domingo, estando sola en el coro rezando la peniten- cia, se le apareció Nuestro Señor y, tocándole las cos- tiJlas rotas con su divinas manos, la curó perfectamente... Mas ella le pidió que el dolor aquel se lo dejase por toda la vida si era de su agrado, y el Señor se lo concedió como veremos más tarde. El maligno enemigo trató primero de aburrir a la Comunidad con repetidos y prolongados golpes que daba en las paredes, como si una brigada ide picapedreros se empeñase en deshacer el edificio..... Después intentaron el convencer a las monjas de que Sor María Ana no servía para religiosa... luego la presentaban como loca, metiéndola bajo las camas boca abajo, con una zafa por sombrero en la cabeza... No alcanzando con nada de esto su objetivo, comenzaron a flagelarla, oprimirla, y hasta intentaron varias veces matarla... De mil casos escogemos sólo unos cuantos y perdonen nuestros lecto= res insistamos con tanta pesadez en este punto. (1) La acometida de los demonios fué el sábado,

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