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A Be A 1 H ER di; 1Ñ A Í 86 LA PERLA DE LA HABANA cusunto podía... Otro de los días, subiendo las dos no- vicias al noviciado, Sor María Joaquina iba delante y, al doblar una escalera, donde la Maestra ya no las veía bien, el diablo, valiéndose de la connovicia, dió a Sor María Ana un golpe tal, que rodú unas escaleras. Acudió la Maestra al ruido, pero ella, levantándose prentamente, dijo: «No es nada, no se asuste; ¡qué graciosa Sor Ma- ría Joaquina!» Así trataba de ocultar aquellas embesti- das que parecían de Sor Joaquina. Adviértase aquí que esta religiosa, por culpa o volun- tad suya, nunca dió que sufrir a Sor María Ana; todo era obra diabólica. Sería imposible contar, sin hacernosinsoportables en la narración, todos los casos en que los demonios trataron de estorbar a Sor María Ana de acudir a los actos de Comunidad o de piedad... Unas veces le quitaban las sandalias al levantarse para Maitines, otras le arreba- taban el velo para que no pudiese ir a comulgar. Un día que se fué a decir a la Maestra que no tenía velo para comulgar, porque se lo habían escondido los enemigos, le contestó la Madre Maestra: «pero, mu- chacha, qué es Jo que hace con el velo, todos los días con la misma canción? Vaya ahora mismo a buscarlo». Salió ella del coro a cumplir la obediencia; marchó al dormitorio a donde conduce una escalera de 14 gradas... Cogiéronla allí sola los demonios y la arrojaron escaleras abajo; no contento con esto, la golpearon tan horrible- mente que apareció con dos costillas rotas. Empero, no ganaron la partida... Levantóse como pudo con intensos dolores y se fué a comulgar sin exhalar queja alguna... Notaron las monjas que durante el rezo de Nona, apenas podía inclinarse al Gloria Patri, sufriendo un martirio... Estuvo todo el día en un puro dolor; se la «veía hasta

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