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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 81 condiciones extraordinarias; suponía a qué grado de vir tud era llamada, la guerra que luego ella misma le ha- bía de declarar y el muchisimo amor de Dios que había de inflamar su corazón. Permitiéndolo el Altísimo para gloria de su Sierva, el demonio desplegó todo géne- ro de enredos y ataques contra la joven... Ya que no pudo acabar con ella en el mundo, quiso obligarla a salir de la religión, donde con tanto amor y desprendimiento servía a Dios y le serviría toda su vida. El día 3 de octubre del mismo año de su noviciado en- tró en el convento Sor Maria Joaquina... Con su llegada al noviciado parece que se declaró oficialmente la hosti- lidad satánica... (*). El demonio tomó la figura de la nue- va compañera, y quitándose la bota le dió un golpe feroz con el tacón de ella en los labios, dejándoselos ensan- grentados... Durante varios días Je duró la hinchazón; pero ni se quejó ni dijo nada a la Maestra, aunque ella creyó que la causante del golpe era la novicia y no el demonio; al contrario, rogó fervorosamente por ella... Luego comprendió el ardid del enemigo, que intentaba enemistarla con la compañera, obligándola a perder la paz y la caridad. ” Entre muchos casos relataremos algunos solos, cuyo testimonio es auténtico, por serlo de personas presentes a los sucesos (*). En el mes de noviembre estaba Sor María Ana con calenturas... La Maestra la acompañaba (1) Al escribir la palabra ofícialmente nos referimos a época de su vida religiosa. (2) No se extrañará de cuanto aquí decimos quien haya leído algo de las vidas de tos Santos, v. g.: San Francisco de Asis sufrió este mismo tormento de los demonios, particularmente en Sarcia- no y Roma; «Cheranece», cap. XVI, págs. 359 y 360,

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