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80 LA PERLA DE LA HABANA hora de transfiguración en el Tabor y de triste agonía en el huerto, donde fué consolado por un ángel. Los santos han seguido el espíritu de Jesucristo por el camino sua- ve que anima las virtudes de la humildad, de la abnega- ción y de la paciencia... El cristianismo y la perfección reivindican para sí este espíritu; pero cuando el Señor quiere asemejar completamente a los suyos les hace pa- sar por las duras pruebas de todo género y aun por los dolores del cerco diabólico, para sacarlos después al monte glorificado del Tabor. La paciencia con que Sor María Ana toleró estas prue- bas dolorosas es aún más firme y heroica que la victoria misma alcanzada sobre los enemigos (*). Nos es preciso hablar del cerco diabólico a que el Se- ñor la sometió durante su primer año de vida religiosa. No hemos conocido cosa igual en criatura tan joven... Parecía que Dios la quería colocar entre la timidez y la temeridad. ¿Cómo podía ella luchar con tan infernales fieras? La religión cristiana es una maravillosa mezcla de debilidad y de fortaleza. No es la religión de los co- bardes. Hay quien da a la virtud de los perfectos el nom- bre de virtudes mujeriles. ¿Pero quién sabe si el moti- vo de este desdén es el no estar ellos suficientemente templados para el combate que debe librar el hombre religioso? La debilidad de Sor María Ana, a sus 17 abriles esca- sos, convirtióse en una fortaleza heroica en el gran com- bate contra las potestades del infierno... IN 1 A Dicese, y con razón, que el demonio sabe más por vie- jo que por diablo. Sin duda reconocía en nuestra joven AE (1) Prov. XVI-32, Sto. Tomás, 2, 2. dq. 123 a 6, AS A
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