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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 79 misma Santa “Teresa de Jesús. Acerca de este desgra- ciado ensayo puede leerse a Joly en su precioso libro de la Psicologia de los Santos. Lo que nos será imprescindible a nosotros es el ensa- yar otra cuestión: la cuestión de la influencia de los de- monios sobre los seres racionales. La incredulidad, que miente a sabiendas, nos niega la existencia de los espíritus cuando tratamos de compro- bar algún fenómeno transcendente... y, en cambio, se lanza en brazos del espiritismo cuando se apresta a com- batir la Religión. Se ha formado un estado de opinión tan contrario a los fenómenos transcendentes del espiritualismo cristia= no, que es temible lanzar a la publicidad la vida de los santos influenciada por el demonio. Sin embargo, no es esto sólo lo que escandaliza a las almas extraviadas o poco instruidas, y aun a las cultas con la cultura moder- na, que todo lo sobrenatural lo conceptúan peligroso y aun inverosímil. Lo que tiene valor a los ojos de Dios, dicen, es el hombre interior del corazón, que consiste en la incorruptibilidad de un espíritu pacífico y modesto. * Ello es verdad, porque lo proclama el Apóstol con las mismas palabras (*). Todos los hechos y todas las pala- bras del Maestro divino reflejan la vida interior, la man- sedumbre, la paz y la caridad. Pero el mismo Maestro tuvo épocas variadas, no por la mutación de su espíritu inconmovible, sino para ejemplo nuestro. ¡Tuvo su prue- ba de la tentación satánica! El demonio le llevó sobre un pináculo para hacerle caer de allí... Combatió cuerpo a cuerpo con el espíritu malo, venciéndolo” y arrojándolo de los cuerpos de los poseídos (*%). Tuvo asimismo una () 18. Petri, HlI-4. (2) $8. Matth., c. 4, y 8. Luc., e. 11.

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