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SOR MARÍA ANA DE JESÚS 77 el espíritu de Dios, porque han dado muerte al hombre del pecado con la austeridad de su vida y han restaura- do la obra del Señor con el esfuerzo de su virtud. En efecto, dice un sabio apologista alemán: «En nin- guna parte se conserva intacta la naturaleza». Sólo lo sobrenatural la ha reducido a su pureza primitiva (*), co- mo enseña el angélico. Con esto damos una explicación a los que tal vez po= dían escandalizarse de ciertas ingenuidades que nos han permitido copiar mucho de ese periodo de su alma per- seguida y maltratada por los espíritus infernales. Cerremos, pues, este capítulo estampando estas lumi- nosas palabras de Santo Tomás: La verdad es la sen- cillez, Quien quiera encontrar esto, debe buscarlo en aquellos que toman en serio la vida sobrenatural... (1) 2,2ae. quest. 109 a 2 ad 4; quest. tila 3 ad 2,

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