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76 LA PERLA DE LA HABANA ¿isamente el sentimiento infantil que el Salvador exige de todos los que quieren entrar en el reino de Dios (*). Nosotros mismos pudimos observar en la Sierva de Dios que la ingenuidad, la sencillez infantil, proveniente de la pureza juvenil, era su carácter... La mentira jamás es ingenua, como tampoco es infantil, ni cuando se trata de ocultar cosas que parece deben reservarse, a no mediar el imperio de la santa obediencia. Para Sor María Ana todas eran superioras. Lo que el seráfico Padre decía en su candidez seráfica de que obe- decería al último novicio con gusto, era casi una ley para el espíritu de nuestra joven religiosa. No es este lugar apropiado para esclarecer el tema de la sencillez de Sor María Ana, pero debemos reconocer que el espíritu infantil no nos suena lo mismo que Ca- rácter pueril. Puédese calificar de pueril todo aquello por lo cual la naturaleza se ve constreñida a la mez- quindad y a la locura. Pueril es la vanidad, la jactancia, la afectación, la hipocresía, el disimulo en muchas cosas. Es en cambio ¿infantil todo lo contrario, todo lo que más recuerda la naturaleza primitiva y todo lo que resiste a la desfiguración consciente de lo natural (*). Hermánase con lo infantil lo ingenuo; es lo que mejor responde a la naturaleza tal como es, no viciada. Lo ingenuo, como indica la misma expresión, es lo natural conservado in= tacto (?). En nosotros anda perdido lo natural a causa de las in= fluencias del pecado. Si queremos encontrarlo intacto, preciso es buscarlo en los santos, allí donde todavía reina A (1) Matth. XVIII, 3. (2) Weiss. Necesidad de dirigir el espíritu. (2, Natural, de nativum. Weiss, ib. A

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